En este capítulo encontramos una de esas declaraciones con respecto a Dios que han impactado a los hombres a lo largo de la historia. Se nos dice que Él es amor (v.8). El significado de esta afirmación escapa en gran medida a nuestra capacidad de definir con precisión. No podemos bosquejar completamente y con límites exactos todo lo que encierra. Pero tal vez podemos proponer alguna idea básica de lo que como mínimo significa. En este sentido parece razonable poder afirmar que la relación de Dios con respecto al amor es tal que no se trata simplemente de que Dios tiene amor, como lo podemos tener cualquier de nosotros. Es mucho más profunda.
Para William McDonald estas palabras implican que “el amor es su naturaleza” (de Dios), y que “no hay amor alguno en un verdadero sentido excepto el que halla su manantial en Él”. el comentario bíblico Moody sigue similar dirección al afirmar que “el amor no es simplemente una cualidad que Dios posee” y que “el amor que demuestra nace de sí mismo y no de alguna causa exterior”.
Estas reflexiones reafirman la necesidad de profundizar nuestra comunión con Dios en aras de ser canales útiles de un verdadero amor que nos una a los hermanos e impacte en el mundo. En este sentido, Juan, con su elogiable hábito de intentar unir siempre teoría y práctica introduce en medio de su discurso sobre el amor las palabras respecto a la invisibilidad de Dios (v.12). La idea parece ser que los creyentes somos en este tiempo los encargados de exteriorizar la imagen divina a través de actos que reflejen su amor en nosotros.
“Nuestro amor por los hermanos, algo visible, demuestra nuestro amor por Dios algo invisible.” Everett Harrison.
“No hemos sido puestos como terminales de las bendiciones de Dios, sino como canales de ellas.” William McDonald
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