Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Romanos 11:36
Este texto en apariencia tan simple y al que no siempre se le presta la debida atemción resume la respuesta a las preguntas más profundas a que el alma humana puede dar cabida. Su contenido presenta, en efecto, la guía que lleva a comprender cual es sentido de la vida humana y, de hecho, de todo aquello existe.
En primer lugar, el texto da por sentado que la vida tiene un sentido. Al mencionar un "para qué", el escritor indica que todo lo creado, entre lo que se halla el hombre, fue creado con una intención. Este es un mensaje de aliento. Asume que la existencia no es producto del azar sino que responde a propositos determinados y específicos. La lugubre idea de que la vida no tiene sentido aparece, por tanto, descartada desde la perspectiva bíblica.
En segundo lugar, nos dice que este propósito o "para qué" no se encuentra situado en el hombre mismo ni en ninguna otra cosa creada sino en Dios. De manera habitual el hombre tiende a pensarse a si mismo como el centro su vida. Todos sus proyectos y acciones se orientan en el sentido que corresponde al hecho de considerarse a si mismo como el mayor interesado en sus efectos y resultados. La Biblia postula una idea distinta a esta, ubicando en Dios la razón para la cual existe todo lo existente. Desde esta perspectiva todo proyecto o acción humana debiera orientarse en el sentido que corresponde al hecho de considerar a Dios como el mayor interesado en lo que sucede a lo largo de su desarrollo.
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