"No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas". 2 Corintios 4:18
Hay cosas temporales y cosas eternas. Las personas tienden a ponerse metas relativas a las cosas temporales: obtener títulos académicos, conseguir cierto trabajo, tener una determinadas posición económicas, formar una familia, participar de ciertas relaciones sociales, disfrutar de bienes, experiencias y comodidades específicas. Estas metas definen la orientación de su vida. El grado en que consiguen o no cumplirlas determina, además, la evaluación que hacen de su existencia y el nivel de satisfacción que experimentan en relación a ella.
De las palabras de Pablo se desprende que la perspectiva del cristiano debe ser otra. El objetivo del creyente es su crecimiento espiritual; el ser formado a la imagen de Cristo para la gloria de Dios Padre. Las circunstancias temporales sólo constituyen el escenario o ambiente en que dicho crecimiento tiene lugar. Los quehaceres cotidianos que a menudo acaparan nuestra atención y de cuyos resultados suele depender nuestro estado de animo no son en realidad fines en sí mismos. Son el medio que Dios utiliza para influirnos dé maneras específicas.
Pidamos al Señor que dirija nuestra mirada hacia las cosas eternas para que nuestra vida deje de estar guiada por lo accesorio y se oriente hacia lo esencial.
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