No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no quebrará, Y el pábilo que humea no apagará, Hasta que saque a victoria el juicio.
Mateo 12:19 - 20
Esta profecía de Isaías que el evangelista aplica a Jesús nos brinda bello mensaje sobre su obra y su persona. "No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz"; versículos antes Mateo relata en efecto, que el Señor encargaba rigurosamente a aquellos quienes sanaban que no divulgaran tales milagros.
Esta lógica con la que Jesús actuó es contraria al espíritu de nuestras sociedades. En ellas los hombres disputan, se agreden e intentan sobresalir exhibiendo lo más posible cualquier cosa que pueda llegar a ofrecerles la más mínima posibilidad de jactancia.
La actitud de Jesús fue distinta. Se caracterizó por la serenidad y la mansedumbre. Cuando lo maldecían no respondía con maldición, sino encomendaba su causa al que juzga rectamente. No se desesperaba por imponerse sobre otros, y ciertamente no buscaba popularidad.
Sin embargo, su actitud pacifica no implicaba resignación o aceptación fatalista de un destino que lo superaba. El Señor mostraba por el contrario la serenidad de quién está seguro del resultado de sus acciones. "Hasta que saque a victoria el juicio". Aunque Jesús no se afanaba por su causa como lo hacen los hombres; disputando, irritándose y levantando la voz, la victoria de su misión estaba asegurada.
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