Piper dice que cuando se dio cuenta de esto, significó para el una revelación tanto liberadora como devastadora. Liberadora, porque despejaba del camino del crecimiento espiritual los prejuicios que usualmente tenemos respecto a que el disfrute es malo y que la religión se basa más en obligaciones. Devastadora porque comprendió que el gozo supremo que proviene de Dios no se obtiene fácilmente sino que su llegada nos es constantemente estorbada por la inclinación hacia deleites que el pecado engañosamente hace parecer como más deseables.
A partir de aquí enlaza la idea de que la vida cristiana entendida como la búsqueda de este disfrute supremo es algo sobrenatural. Es decir, es imposible para el hombre de lograr por si mismo y sólo Dios la puede conceder.
Hace a continuación una selección digna de ser leída de fragmentos escritos por creyentes que en diversas épocas meditaron y profundizaron sobre estos temas, a fin de dejar en claro que no está vertiendo ninguna idea extraña sino un concepto escritural que sinceros siervos de Dios ya han descrito con antelación.
Finalmente deja en claro que su intención no es abonar el campo del conformismo cristiano occidental, sino que por el contrario pretende establecer que el deleite supremo del que Dios es fuente, es tal que se manifiesta en la disposición a renunciar, por parte de aquel que lo encuentra, a toda comodidad y garantía de bienestar terreno si es necesario.
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