En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá (...) Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque una hija de Acab fue su mujer; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová. En el tiempo de él se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y pusieron rey sobre ellos. (...) También se rebeló Libna en el mismo tiempo. 2 Reyes 8:16-22
La presentación de un rey que nuevamente falla en llevar una vida de búsqueda de Dios, va acompañada de dos referencias a la declinación que estaba sufriendo en cuanto a poderío el reino de Judá. Referencias de este tipo, que vinculan la prosperidad o decadencia externa de los hombres a su fidelidad o desobediencia a Dios respectivamente, son frecuentes en el Antiguo Testamento. Esto no debiera resultar extraño. La plena satisfacción de las necesidades humanas en todas sus dimensiones se encuentran sólo en Dios. El hecho de que en el período actual el progreso espiritual de los hombres pueda no reflejarse en un estado de bienestar externo en el mundo físico responde sólo a las características temporales de las etapas en que Dios va desarrollando su propósito para la humanidad. Este desfasaje entre el progreso espiritual de los hombres y su bienestar externo se verá corregido con la realización plena del reino de Dios, donde los súbditos de dicho reino vivirán en un estado de intima dependencia de Dios y disfrutarán, por lo tanto, plenamente de sus bendiciones.
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