El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio –Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando han bebido mucho, el inferior; sin embargo, tú has reservado el buen vino hasta ahora.
Juan 2: 9 y 10
Con frecuencia tenemos la tendencia a pensar la obediencia a Dios más como un deber que como un privilegio o un motivo de disfrute. Existe muchas veces la idea más o o menos consciente, más o menos inconsciente, de que vivir sin someternos al imperio de las escrituras es en realidad más satisfactorio en términos de goce o de deleite, que vivir de acuerdo a estas.
Lo que Jesús hizo a nivel físico en el primer milagro de que tenemos registro es de alguna manera ilustrativo de lo que él tiene potestad para hacer, a cualquier nivel, en la vida de las personas, y desmiente el prejuicio enunciado en el párrafo anterior.
Dios es el creador de todo y el dueño y fuente de toda perfección. Además posee sabiduría infinita. Es imposible que cualquier cosa, de cualquier índole, sea mejor siendo hecha de una manera diferente a la que él planeo o ejecuta. El vino producido milagrosamente por Jesús fue notablemente superior al vino fabricado por sus contemporáneos. El encargado del banquete, de paladar entrenado y entendido en la cuestión, no pudo dejar de llamar la atención sobre la sobresaliente exquisitez del producto.
Creo que de este episodio se desprende un concepto que va más allá de la simple ilustración poética, para convertirse en una verdad solida: lo que Dios hace, lo que se hace siguiendo su guía y su dirección, es siempre mejor, más disfrutable, más noble, más exquisito. Lo que Dios produce, es siempre superior.
2 comentarios:
Gracias por escribir esto, no hay mayor gozo que servir y ser obediente. Al principio es difícil, pero cuando se da el primer paso de fe, simplemente no querés dejar de caminar. bendiciones!
Buena reflexión! Saludos brother!
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