Romanos 6:13-19,12:1.
Con respecto al tema del post anterior, me quedo pendiente un punto, que preferí tratar aparte para no extenderme, pero me parece interesante y lo encuentro relacionado a lo dicho respecto al servicio cristiano considerado como una actitud ante las circunstancias de la vida en general y no sólo ante actividades ministeriales específicas.
Me refiero al valor que otorga Pablo al componente corporal en su discurso sobre el servir a la justicia. Distinto a una concepción que postule la inutilidad del cuerpo en el plano espiritual, lo que supondría una espiritualidad platónica, mayormente ajena a la realidad práctica del individuo, el apóstol presenta al cuerpo como el vehículo mismo mediante el cual el hombre ha de servir.
Más allá de las divisiones que se puedan hacer, a título analítico, al interior del ser humano, este es un ente íntegro, una totalidad formada, tanto por una parte espiritual como por una física, no pudiendo prescindir ni de la una, ni de la otra.
No puedo vivir en esta tierra independientemente de mi cuerpo. El cuerpo es el vehículo mediante el cual realizamos todas nuestras acciones, y será entonces, necesariamente, el instrumento mediante el cual habremos de servir.
El asimilar este concepto de que a Dios se lo sirve con el cuerpo, este cuerpo nuestro que, por decirlo así, llevamos siempre con nosotros, permite concebir los planos espiritual y físico como entrelazados. Bajo esta perspectiva, el servir a Dios adquiere una dimensión práctica y humana, más próxima a nosotros que la surgida de una confusa dicotomía entre espíritu y cuerpo que desvalorice a este último en términos de utilidad espiritual.
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