jueves, 23 de febrero de 2012

Ravi Zacharias en español. El agonizante arte de pensar II

Parte I

Parte III


Los seguidores de Cristo deben demostrar al mundo lo que es realmente pensar, y más aún, lo que es pensar rectamente. ¿Pero como puede uno aplicar esto en una cultura en la que el progreso esta determinado por la velocidad y definido por la cantidad?

Lo que resulta aún más destructivo, es que el mayor imperativo no viene por el lado de la velocidad o la cantidad, sino de la suposición de que el silencio es enemigo de la vida.

La radio en el auto, la música funcional en el ascensor, y las melodías telefónicas mientras uno espera en línea, se suman como impedimentos a la reflexión personal. En efecto, a la mente se le niega el privilegio de vivir con si misma, aunque sea brevemente, y es abarrotada con estímulos externos que acometen contra su intimidad.

El dictamen de Aldous Huxley, “La mayor parte de nuestra vida... es un prolongado esfuerzo por evitar el pensamiento”, parece funestamente verdadero. El precio pagado a consecuencia de este escenario ha sido devastador. T. Eliot Observó:

“Donde está la vida que hemos perdido en el vivir?

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?

¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en la información?

Los ciclos celestiales en veinte siglos

Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.”

¿Hay algún remedio? Permitame hacer algunas sugerencias para beneficio personal y de la comunidad.

Estudiar la Palabra de Dios.

Nada tiene más valor a la hora de trabajar la mente que un estudio planeado y sistemático de la Palabra de Dios, a través del cual se plantan en ella los parametros y valores de la vida. Pablo, que amaba sus libros y pergaminos, afirmó la superioridad de la Escritura “no ir más allá de lo que está escrito”. El salmo 119 promete que los estatutos de Dios nos librarán de tener una mente inconstante.

Leer grandes libros

El mundo de habla inglesa está dotado de un gran caudal de libros. Pero mucha literatura contemporanea corre peligrosamente cerca de una religión promiscua con cierto gusto por el síndrome de “sentirse mejor”, antes que por el impulso de “ir profundo”.

Lea también autores que amplíen su visión y lo introduzcan a otros escritos. Los grandes escritores estimulan la capacidad de pensar más allá de sus propias ideas, generando nuevas perspectivas y adiciones por parte del lector. La buena lectura es indispensable para la transmisión de la verdad. La erogación de palabras sin el ingreso de ideas conduce a la bancarrota conceptual.

(Continúa).



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Artículo original disponible en línea en http://www.rzim.org

martes, 21 de febrero de 2012

Culpabilidad audaz y gracia barata

Cuando no deseo a Dios, por John Piper, capítulo 6. Reseña.


En el capítulo 6 de Cuando no deseo a Dios, John Piper remarca la idea de que el gozo nos es posible gracias al sacrificio de Cristo. En la cruz, el Hijo de Dios derroto a todos y cada uno de los posibles enemigos y obstáculos que se interponen en el camino del gozo.

De aquí rescata la importancia de la predicación para el gozo, la proclamación y contemplación de la obra redentora. El evangelio basado en la cruz de Jesús es el fundamento a partir del cual el hombre puede tener gozo y esperanza.

Este mensaje, revelado por medio de Cristo y de las escrituras, debe ser proclamado, a otros y a uno mismo. Piper subraya la importancia de predicarse, de repetirse continuamente a uno mismo el mensaje del evangelio para gozarse en ello.

Con respecto al contenido de este evangelio que el cristiano debe predicar y predicarse como herramienta en pos del gozo, el autor hace una contraposición entre lo que el llama “culpabilidad audaz” y lo que el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer denominó “gracia barata”.

La expresión gracia barata se refiere en cierta forma a la concepción de un evangelio blando y complaciente que no introduce cambios significativos ni implica demasiadas molestias o perturbaciones al hombre. Por otro lado, con la expresión culpabilidad audaz, Piper alude, tomando como ejemplo la oración del profeta en Miqueas 7:8-9, a la situación del pecador que reconoce su condición, se somete con humildad a la disciplina y el quebrantamiento necesarios, pero se aferra con gozo a la justificación que Dios le otorga por gracia.

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sábado, 18 de febrero de 2012

El agonizante arte de pensar ( I )

The Dying Art of Thinking, por Ravi Zacharias, en español. Traducción y adaptación: Salí de la pecera (I).

Parte II

Parte III

El filósofo del siglo XVII Rene Descartes es particularmente conocido por su postulado “pienso, luego existo”. Se podría decir con cierta ironía que Descartes puso en realidad la carreta antes que los caballos, ya que en realidad la único deducción válida que podría haber hecho era “Pienso, luego el pensamiento existe”. No pretendo sin embargo defender o refutar la filosofía cartesiana; mi intención es remarcar el hecho de que el pensamiento tiene mucho que ver con la vida y con la certeza.

Una de las trágicas víctimas de nuestra era ha sido la vida contemplativa – una vida que piensa, que piensa las cosas a través de Dios, y más especificamente, que piensa tras Dios los pensamientos suyos.

Nunca asumiríamos que una persona sentada frente a su escritorio con la mirada perdida en algún punto más allá de su ventana está trabajando. ¡No! ¡Pensar no es trabajar! No obstante, de haber Newton bajo el árbol, o Arquímedes en su bañera aceptado este prejuicio, algunas leyes naturales estarían todavía flotando en el aire o sepultadas bajo una roca inamovible. Los Pensees (pensamientos) de Pascal, una obra que inspiró a millones, nunca habría sido escrita.

La Biblia otorga un lugar de preeminencia a la vida pensante. “Como un hombre piensa en su corazón, tal es él,” escribió Salomón. Jesús afirmó que el peso del pecado yace en la idea misma, no sólo en el acto. Pablo exhortó a la iglesia de Filipos a tener la mente de Cristo, y a las mismas personas escribió, “lo que es verdadero… puro… si hay virtud alguna… en esto pensad.”

Los seguidores de Cristo deben demostrar al mundo lo que es realmente pensar, y más aún, lo que es pensar rectamente.

Palabras claves: Ravi Zacharias en español. Recursos.



Artículo original disponible en línea en http://www.rzim.org

domingo, 12 de febrero de 2012

Entender y disfrutar la gloria de Cristo

Reseña de Cuando no deseo a Dios (John Piper), capítulo 5.

En el capítulo quinto de su libro, Piper se explaya sobre la idea vertida anteriormente, respecto a que la lucha por el gozo es una lucha por ver. Según el autor existe más de un tipo de visión, ya que en Mateo 13:13 Jesús habla de quienes “viendo no ven”.

A continuación hace referencia a los ojos del entendimiento ( Ef. 1: 18) ligados a la capacidad de aprehender intelectual o racionalmente las cuestiones vinculadas a la gloria de Cristo, y los ojos del corazón, relacionados a la capacidad de gustar las perfecciones del Señor.

Dios es glorificado cuando vemos su gloria, pero más aun cuando nos regocijamos en la gloria que vimos. Esta capacidad de entender y gustar la gloria de Cristo es esencial para la vida de amor y sacrificio cristiano.

La obra de Cristo es a la vez la más excelsa muestra de su gloria y el medio por el cual podemos recobrar la visión espiritual. En el presente se ve la gloria de Cristo por medio del evangelio. Dios se revela por su Palabra, por lo que escuchar su palabra es la forma principal que tenemos de ver en este tiempo (Ro. 10:17). Oír es el medio y ver es la meta. Oímos la palabra, el evangelio, para ver la gloria de Dios.

Juntos, el ver espiritualmente a Cristo y el disfrutar de él, hacen según Piper lo que Pablo llama “conocerle”.


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martes, 7 de febrero de 2012

John Piper, recursos. El gozo en Dios como don suyo

Reseña de Cuando no deseo a Dios (John Piper), capítulo 4.

El capítulo 4 describe lo que el autor define como el misterio principal de la vida cristiana. Este puede dividirse en dos partes. Por un lado nos encontramos con la condición del hombre natural, apartado de Dios, descrita en las escrituras como un estado de muerte. En esta condición el hombre es incapaz de sentir inclinación alguna por deleitarse en Cristo. Por otra parte el gozarse en Dios es claramente una responsabilidad del hombre, expresada en la escritura mediante mandamientos.

El hombre se enfrenta entonces ante la responsabilidad de un deber que no puede cumplir. Sólo Dios puede despertar en nosotros inclinación hacia el gozo en Jesucristo. Esta capacidad de disfrute es un don suyo.

Piper explica que es importante tener en claro esto, por varios motivos. 1) Porque debemos aceptar la verdad, no importa lo que implique. 2) Porque aumenta nuestro gozo en Dios al combinarlo con la gratitud por su don. 3) Porque sabiendo esto buscamos el gozo con más presteza que si creemos que depende de nosotros. 4) Evita que caigamos en el legalismo de pensar que la vida cristiana se basa en nuestra fuerza de voluntad. 5) Este pensamiento glorifica a Dios.

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domingo, 5 de febrero de 2012

La lucha por gozarse en el Señor

Reseña de Cuando no deseo a Dios (John Piper), capítulo 3.

En el capítulo 3 Piper encara el problema de la lucha por el gozo. Hay gustos que son moralmente neutros, como la preferencia de cierto tipo de helado por sobre alguna otra cosa, pero espiritualmente no pasa lo mismo. El no gustar o no preferir a Cristo implica pecado. La esencia de la maldad está en preferir otras cosas antes que a Dios, quien satisface real y plenamente.

Esto es ejemplicado con la tipificación que hace Jeremías respecto al enfriamiento espiritual de Israel, cuando dice que sus habitantes abandonaron a Dios “fuente de agua viva” y cavaron para si “cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2:13).

La urgencia de la situación reside en que, a diferencia de otros tipos de gustos o preferencias que no conllevan mayores consecuencias, nuestra capacidad de gozar de Cristo esta vinculada a nuestro porvenir eterno. Según el autor, de hecho la conversión lleva implícito el acto de gustar con agrado de la gloria de Dios. De todo lo antedicho se desprende la importancia de luchar por este tipo de gozo.

Piper termina analizando la responsabilidad aparentemente paradójica que como hombres tenemos de luchar por un gozo que no depende en principio de nosotros sino que es un don gratuito de Dios, y de su análisis se desprenden tres conclusiones:
Uno, no sólo el gozo sino la propia lucha es un don de Dios; dos, nuestra batalla por el gozo no nos lo garantiza inmediatamente pero nos ubica en el camino por donde el gozo viene, y; tres, nuestra batalla por el gozo es una batalla por discernir la gloria de Cristo.

Palabras claves: Gozarse, Señor.

viernes, 3 de febrero de 2012

Gozo y deseo

Reseña de Cuando no deseo a Dios (John Piper), capítulo 2.

El segundo capítulo del libro plantea la cuestión de las similitudes y diferencias entre gozo y deseo, y cuestiona la asociación generalmente establecida entre lo primero con un disfrute presente y lo segundo con un disfrute esperado, o futuro.

El argumento de es que hay deseos que son placenteros en si mismo, como la gozosa expectación del niño que espera la llegada de su padre, por lo tanto, placer y deseo tienden a confundirse en una misma cosa.

Piper respalda su razonamiento con base bíblica, para esto cita Fil. 3:1, que habla de gozarse en el Señor (presente) y Ro. 5:2 que hable de gloriarse (disfrute) en la esperanza (o sea que apunta a algo futuro) de la gloria de Dios. Compara además los Salmos 1 y 19 que presentan a la ley de Jehová el uno como disfrutable (“en ella está su delicia”, v. 2) y el otro como deseable (“deseables son más que el oro”, v.10).

Dios, es deseable y disfrutable en forma infinita, por lo que lo estaremos deseando de una forma placentera y disfrutando de él paralelamente por toda la eternidad.

El autor exhorta a no confundir el deseo o el gozo con el objeto deseado y disfrutado. Este lugar corresponde sólo a Dios, quien es más glorificado cuanto más lo deseamos y cuanto más disfrutamos de él.

Palabras claves: Gozarse, Señor.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Cuando no deseo a Dios - John Piper. Reseña cap.1

Piper comienza el primer capítulo de su libro partiendo del concepto de hedonismo cristiano, que ha sabido desarrollar en publicaciones anteriores. Para quien no este familiarizado con su obra podemos decir que el hedonismo cristiano esta relacionado con la búsqueda de placer y deleite en Dios, no sólo como un resultado o consecuencia de la vida espiritual sino incluso como una necesidad y un deber, para su saludable desarrollo. Sugiero por supuesto remitirse a los libros del autor para lograr una idea más acabada sobre en el tema.

Piper dice que cuando se dio cuenta de esto, significó para el una revelación tanto liberadora como devastadora. Liberadora, porque despejaba del camino del crecimiento espiritual los prejuicios que usualmente tenemos respecto a que el disfrute es malo y que la religión se basa más en obligaciones. Devastadora porque comprendió que el gozo supremo que proviene de Dios no se obtiene fácilmente sino que su llegada nos es constantemente estorbada por la inclinación hacia deleites que el pecado engañosamente hace parecer como más deseables.

A partir de aquí enlaza la idea de que la vida cristiana entendida como la búsqueda de este disfrute supremo es algo sobrenatural. Es decir, es imposible para el hombre de lograr por si mismo y sólo Dios la puede conceder.
Hace a continuación una selección digna de ser leída de fragmentos escritos por creyentes que en diversas épocas meditaron y profundizaron sobre estos temas, a fin de dejar en claro que no está vertiendo ninguna idea extraña sino un concepto escritural que sinceros siervos de Dios ya han descrito con antelación.

Finalmente deja en claro que su intención no es abonar el campo del conformismo cristiano occidental, sino que por el contrario pretende establecer que el deleite supremo del que Dios es fuente, es tal que se manifiesta en la disposición a renunciar, por parte de aquel que lo encuentra, a toda comodidad y garantía de bienestar terreno si es necesario.


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