Parte III
Los seguidores de Cristo deben demostrar al mundo lo que es realmente pensar, y más aún, lo que es pensar rectamente. ¿Pero como puede uno aplicar esto en una cultura en la que el progreso esta determinado por la velocidad y definido por la cantidad?
Lo que resulta aún más destructivo, es que el mayor imperativo no viene por el lado de la velocidad o la cantidad, sino de la suposición de que el silencio es enemigo de la vida.
La radio en el auto, la música funcional en el ascensor, y las melodías telefónicas mientras uno espera en línea, se suman como impedimentos a la reflexión personal. En efecto, a la mente se le niega el privilegio de vivir con si misma, aunque sea brevemente, y es abarrotada con estímulos externos que acometen contra su intimidad.
El dictamen de Aldous Huxley, “La mayor parte de nuestra vida... es un prolongado esfuerzo por evitar el pensamiento”, parece funestamente verdadero. El precio pagado a consecuencia de este escenario ha sido devastador. T. Eliot Observó:
“Donde está la vida que hemos perdido en el vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en la información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.”
¿Hay algún remedio? Permitame hacer algunas sugerencias para beneficio personal y de la comunidad.
Estudiar la Palabra de Dios.
Nada tiene más valor a la hora de trabajar la mente que un estudio planeado y sistemático de la Palabra de Dios, a través del cual se plantan en ella los parametros y valores de la vida. Pablo, que amaba sus libros y pergaminos, afirmó la superioridad de la Escritura “no ir más allá de lo que está escrito”. El salmo 119 promete que los estatutos de Dios nos librarán de tener una mente inconstante.
Leer grandes libros
El mundo de habla inglesa está dotado de un gran caudal de libros. Pero mucha literatura contemporanea corre peligrosamente cerca de una religión promiscua con cierto gusto por el síndrome de “sentirse mejor”, antes que por el impulso de “ir profundo”.
Lea también autores que amplíen su visión y lo introduzcan a otros escritos. Los grandes escritores estimulan la capacidad de pensar más allá de sus propias ideas, generando nuevas perspectivas y adiciones por parte del lector. La buena lectura es indispensable para la transmisión de la verdad. La erogación de palabras sin el ingreso de ideas conduce a la bancarrota conceptual.
(Continúa).
Palabras claves: Ravi Zacharias, recursos.
Artículo original disponible en línea en http://www.rzim.org
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