¿Por qué es que Dios no parece acercarse a nosotros de una forma más obvia? Con frecuencia se ha respondido que la existencia de Dios no es un asunto de hechos o evidencias. ¿No es más bien una cuestión de fe? ¿No es más un salto en la oscuridad que una evaluación de evidencia?
Estaría de acuerdo con que Dios no es “forzosamente obvio”, pero no creo que esto confine a la cuestión de Dios a ser una especie de “tómalo o déjalo” de la fe. Pienso que tiene más sentido ver a Dios como claramente visible, aunque no forzosamente obvio.
Sabía que la Biblia reconoce en realidad la validez del interrogante que estamos planteando? Primero, vemos pasajes que afirman que Dios parece encubierto a la percepción humana. En Job 23.8-9 leemos, “Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo.”
Curiosamente, hay también varios ejemplos de Dios apareciendo como si estuviera velado en la oscuridad, aunque también simultaneamente ofreciendo su presencia. “El pueblo se mantuvo lejos, mientras Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios”. Jesús, también, invito a las personas a creer en él, y después los dejó y se oculto de ellos. En Juan encontramos la historia de un hombre paralítico que es sanado, pero luego Jesús se escabulle entre la multitud. Lucas recuerda que a medida que las noticias acerca de Jesús se propagaban, “él con frecuencia se apartaba a lugares desiertos.” Más adelante, Jesús dijo a sus discípulos que. “Un poco más de tiempo y el mundo no me verá más, pero vosotros me vereís”. Es interesante ver que, en muchos de estos casos, Dios provee un claro vislumbre de su realidad, mientras al mismo tiempo encubre la plenitud de su presencia.
Una parte ineludible, entonces, de la respuesta bíblica a porque Dios parece oculto, podría ser tal vez que porque de hecho él está oculto. Pero ¿Porqué? ¿Y que de esos tiempos cuando necesitamos un Dios más presente, que pudiera ofrecernos una esperanza real en tiempos de sufrimiento?
Bien, cuando Jesús evitó la multitud, ocultó su identidad exactamente hasta el momento preciso en que fue tiempo de revelarla explícitamente. Fue una sabia decisión visto que una manifestación más obvia o explícita condujo con bastante rapidez, como resultado, a una exitosa campaña para ejecutarlo.
Por otra parte, algunas cosas son claras, incluso obvias, aunque no lo sean de manera ineludible. Y es fundamental tener en cuenta, que no hay razón para que percibir o ver algo de esta naturaleza no requiera de algún tipo de aprendizaje. Podría decir, por ejemplo, que es obvio, pero no de manera ineludible, que para volar internacionalmente necesitas tu pasaporte. Ahora bien, considere con atención que usted necesita aprender esta sencilla información. No es en absoluto una ineludiblemente obvia pared de ladrillo que uno no tenga forma de saltear, sino que quizás podría llegar a darse el caso de error en lo obvio, en que usted llegara al aeropuerto con sus maletas empacadas pero sin su pasaporte. Es en este segundo sentido (de no forzosamente obvio o inevitable claridad) que la cuestión respecto a Dios puede ser encarado con confianza.
Pero, se ha argumentado, ¿puede esta idea del Dios simplemente oculto proveer una fórmula inteligente para que los cristianos se aferren a Él en esta era científica y caracterizada por la demanda de evidencias? Sin embargo, los cristianos no aducen que Dios no se muestra a si mismo, sino que Dios elige la forma de su manifestación. Y el ocultamiento de Dios bien podría ser necesario para atraer la atención a la forma en que Dios declara su existencia a través de Jesucristo. En efecto, el ocultamiento divino crea la posibilidad de una más obvia manifestación o descubrimiento.
Segunda parte.
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