lunes, 17 de marzo de 2008

Un peso para el bondi*

"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo..."

Filipenses 2:3

Los hechos relatados a continuación así como los nombres de los protagonistas son ficticios elaborados a mero título ilustrativo. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia ;-)


Situación hipotética. Jonatan baja del 96 apenas este abandona Av. De Mayo. Cruza la calle apurado, camina una cuadra, dobla a su derecha y unos metros mas adelante se mete por el túnel que pasa por debajo de la estación de Ramos. Alcanza a paso rápido la salida del extremo opuesto y ni bien emerge a la vereda comprueba que el 326 que lo lleva a su casa ya se encuentra en la parada y esta cargando a los pasajeros que deberá transportar. Mete la mano en el bolsillo rogando tener cambio suficiente para la expendedora de boletos y saca tres monedas, una de cincuenta centavos, una de veinticinco y una de diez. El pasaje sale un peso. Gira la cabeza y mira esperanzado al quiosco que se ubica a pocos metros, último recurso del viajero nocturno para conseguir cambio a esas horas, pero el último pasajero de la fila está por subir al colectivo y Jonatan comprende que no va a tener tiempo de alcanzarlo si se detiene a comprar algo. Son las once y media de la noche y luego de trabajar todo el día Jonatan sobrellevo con hidalguía una agotadora clase de álgebra, viene cansado de la semana y mañana tiene que comenzar nuevamente. Siempre el mismo trajín, corriendo a uno y otro colectivo, preocupándose por llegar a tiempo y por conseguir monedas. Preocupaciones en el trabajo, preocupaciones en la facu, preocupaciones en casa, preocupaciones hasta en el viaje. Pequeñas preocupaciones cotidianas que se suceden constante y acumulativamente como la tortura de la gota en la frente. Entre tal cúmulo de preocupaciones veinte centavos menos parecen algo insignificante así que luego de un breve titubeo Jonatan se decide y sube al colectivo justo antes de que este se aleje de la acera. Cuando llega su turno de sacar boleto se para frente a la maquina, pone su mas circunspecta cara de poker y con voz neutra dice al chofer sin mirarlo: - Ochenta...
El colectivero, experimentado participe de este tipo de situaciones, reclinado sobre el volante eleva un poco la cabeza y mirando a Jonatan por el espejo retrovisor le pregunta con cierto tono de instintiva sospecha: -flaco, hasta donde vas?
- eh… Marconi y Año - contesta en forma dubitativa el aludido, como si no estuviera seguro del recorrido que de hecho realiza todos los días.
- Es un peso – sentencia inflexible el conductor al tiempo que digita dicho importe en su teclado, y luego agrega dándole un claro matiz de reprimenda a sus palabras - que barato viajas vos, he…

Independiente de como se resuelva el episodio, quiero llamar la atención brevemente sobre la actitud del colectivero, que encierra, creo yo, todo un patrón de conducta bastante común al genero humano analizado seguidamente en lo que he dado a llamar "La Teoría del Colectivero".

La hipótesis planteada por la Teoría del Colectivero es que, el hecho de llevar a cabo una acción que podría ser correcta, como por ejemplo llamar la atención de quién actúa erróneamente, no solo no implica necesariamente rectitud por parte de quien la ejecuta, sino que además podría ser esta misma una actitud completamente censurable.

Se puede - me dirán - hacer algo bueno, y estar procediendo mal al hacerlo?

Pensemos un momento. La Escritura dice claramente que "si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres" y, es mas, " si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." 1Lo importante entonces no es tanto lo que hago, sino el motivo por el que lo hago (y convengamos además que es bastante mas fácil para uno erigirse por juez de otros que repartir todos los bienes o dar el cuerpo para ser quemado).

Debemos preguntarnos entonces: - Qué es lo que motiva al colectivero? Es acaso una moral impecable, que le impide soportar la mentira? O un ardiente celo por las ganancias de su empleador, a cuyas arcas irán a parar veinte centavos menos?

Son opciones posibles pero poco probables, máxime cuando tal vez en otra ocasión el mismo colectivero no duda en ignorar la señal de alto que le hacen desde una parada, incluso a veces aunque deba pasar un semáforo en rojo, si así puede completar más deprisa su recorrido o hacerlo con menos gente arriba. Esto hecha por tierra la teoría tanto de la moral impecable como la del celo por la ganancia empresaria.

Se podrán citar más casos en lo que generalmente se diría que una persona está haciendo bien o cumpliendo con su deber pero cuyas motivaciones podrían ser puestas en tela de juicio. Por ejemplo la maestra que al descubrir a un alumno copiando durante un examen le quita la hoja enfadada, le pone un uno y lo reprende delante de todos sus compañeros. Quizás la misma maestra, adhiere en otra ocasión a un paro dejando sin clases a sus alumnos. Todo trabajador tiene derecho a defender sus intereses se podría objetar. Perfecto, pero si dicha docente siente tanto celo por la educación de sus alumnos, que le indigna sobremanera el hecho de que uno de ellos la descuide, se esperaría que la tal sea una docente abnegada que anteponga dicha educación a todo, incluso a su propio bienestar.

Así hallaríamos muchos ejemplos de la vida cotidiana pero detengámonos solamente en un caso más, que me parece particularmente serio. Me refiero a cuando este tipo de actitudes se dan en el seno de la iglesia. Tenemos la tendencia demasiado frecuente los cristianos de andar condenando las acciones ajenas desde un plano de superioridad. Antes de hacerlo deberíamos detenernos a examinarnos a nosotros mismos. A buscar cuales son nuestras motivaciones. Es realmente un amor santo y puro hacia Dios y hacia los hombres, que nos hace estremecer de dolor al ver que este es desobedecido y que estos se apartan en su propio perjuicio? Tiene tal virtuoso celo evidencia en nuestra vida de forma que manifestamos un carácter espiritual santo y pleno, rebosante de gozo y paz, que no puede pasar desapercibido a aquellos que nos rodean?

Si la respuesta no es categóricamente positiva, esto hermanos no procede de Dios. La próxima vez entonces que nos sintamos tentados a evaluar las actitudes ajenas, sentémonos a evaluar primero las propias nuestras. Si la motivación no es verdaderamente el amor no nos queda otra opción que el orgullo hipócrita que Jesús tanto crítico a los líderes religiosos de su época. Es malo en el colectivero, es malo en la maestra, pero es inadmisible (aunque frecuente) en los hijos de Dios.

Preocupémonos antes que nada por examinar nuestra propia vida y cultivar el amor. Si de verás tenemos tanto celo por que la voluntad de Dios sea cumplida, no hay mejor espacio geográfico para comenzar que la baldosa sobre la que uno mismo está parado.



*Bondi se suele llamar en Buenos Aires a los colectivos, los ómnibus de corta distancia que circulan por la ciudad. El título de la entrada hace referencia a la pregunta "tenés un peso para el bondi?" que puede hacer a modo de pedido una persona a otra en la calle. Una variante puede ser "tenés un peso para la birra?" (cerveza), de menor o mayor resultados que la anterior dependiendo de los niveles de violencia que uno proyecte pueda llegar a alcanzar el demandante :P

1 1 Corintios 13:3

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