lunes, 12 de enero de 2009

Reflexiones acerca de lo inexplicable

El uso de clichés es un mal bastante común en el ámbito cristiano. Se toma una frase, se la estandariza, y se la repite una y otra vez cómo respuesta automática. Esta desnaturalización de las palabras parece responder a un deseo común en el hombre de tener todo ordenadito en moldes y categorías fácilmente asimilables, simplificando así cuestiones que se presentarían de otro modo difíciles de digerir.

Un clásico ejemplo lo representa la frase “los caminos del Señor son insondables” o similar, como respuesta a desgracias humanas o a cuestiones teológicas o doctrinales aparentemente irreconciliables entre si.

Lo malo de esta costumbre es que impide pensar, profundizar y hacer carne propia las expresiones utilizadas, en el caso que sean válidas. De hecho, tal vez sea este el mayor riesgo. No que se tornen populares frases infundadas (cosa que también sucede) sino que se desnaturalizan por el abuso y se tornen inverosímiles, principios que tienen su origen en la verdad de Dios.

Volviendo al ejemplo anterior, lo inexplicable en muchos aspectos del modo de proceder divino, de su pensamiento y de su persona, está de acuerdo no sólo con la escritura sino también con la lógica y la interrelación entre ambas. No se trata de una simple excusa inventada por el hombre creyente para soslayar cuestiones difíciles, aunque muchas veces sea usada de esa forma, o una acomodación forzosa al registro bíblico. De haber un Dios eterno e infinito, creador del mundo y el hombre, del espacio y del tiempo, este Ser necesariamente debe poseer una complejidad y superioridad que escape a la comprensión del humano finito.

Lo ilógico sería concebir dioses limitados y sometidos a las mismas conductas erráticas que los hombres, como los que pueblan con frecuencias diversas mitologías, meras proyecciones del accionar humano, fácilmente predecibles.

No obstante lo antedicho, lo significativo del asunto, es que no por ser infinito Dios se vuelve completamente incognoscible, sino que el mismo se revela a sus creaturas complaciéndose en hacerse conocer y ser conocido. Pensándolo de esta manera, la infinitud divina se convierte no en un obstáculo o motivo de desánimo, sino en un incentivo a internarse en las profundidades de su revelación, en una búsqueda de ilimitadas posibilidades.

El Dios eterno se introdujo en el tiempo y el espacio, se aprojimó, habló con voz de hombre y con hechos de hombre para que el hombre lo pudiera entender, y en el acto de mayor entrega posible, padeció en lugar del hombre, culminando mediante la obra más incomprensible, la más acabada revelación.

Esta sublime paradoja brinda material por si sola para explorar indefinidamente. Es también un tema bastante manoseado, pero se presenta, a quien sepa encararlo con franqueza, libre de clichés e ideas prefabricadas, como un camino digno de ser emprendido.



Algunos pasajes para pensar al respecto: Is 55:8 – 9, Hech 17:24 – 27, Juan 14:7 - 9

6 comentarios:

Michel... dijo...

hermano! Tenía tiempo sin pasar por acá, y como siempre me pone una sonrisa en la cara... "habló con voz de hombre y con hechos de hombre para que el hombre lo pudiera entender..." Que grande es Dios! de verdad, no podemos entenderlo por completo pero que hermoso es intentarlo, descubriendo día a día su Majestad! Un abrazo

Guille dijo...

Saludos Mich!! Que bueno que te halla gustado :)

Yasser dijo...

El Dios eterno se introdujo en el tiempo y el espacio, se aprojimó, habló con voz de hombre y con hechos de hombre para que el hombre lo pudiera entender, y en el acto de mayor entrega posible, padeció en lugar del hombre, culminando mediante la obra más incomprensible, la más acabada revelación.

Esto me gustó bastante

Guille dijo...

:D

Gracias Yasser!!

David López-Cepero dijo...

Hola Guille, me alegro de "verte".

Esto que tú describes es la paradoja más grande a que se enfrenta la humanidad: Un Dios que no cabe en el Universo, y sí que "cabe en el corazón"; sus pensamientos son tan profundos... que los sabios no lo entienden, pero los "torpes" si... Hay un mundo espiritual que escapa a nuestra comprensión, y bien podría ser lo que hace comprender esas cosas, y no hable de meras creencias o fe, sino de un ámbito que la ciencia apenas a podido explorar: El alma humana, el espíritu, el canal de comunicación entre un mundo que se ve y otro invisible...

Un abrazo

Guille dijo...

Hola David! Me alegro de que te alegres, jeje. Igualmente, aunque intentando que no se corte, voy a seguir andando por aquí medio esporadicamente.

Wow, te salió poético el comentario. Me gustó lo del canal de comunicación entre el mundo que se ve y el que no :)

Saludos!