domingo, 21 de febrero de 2010

Un yanqui en la corte del Rey Arturo y un cristiano en el mundo de hoy (II)

¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano...
Lucas 6:41


En el post anterior me refería a cierta concepción bíblica, referente a la forma de encarar determinadas situaciones de interacción con los demás, contenida por ejemplo en las palabras finales que destina Pablo a Timoteo en su segunda epístola a este (2 Ti 2:24 y 25).

Uno de los elementos destacables dentro de esta concepción, nombrado en la primer entrada y que intento profundizar en esta, es un cambio respecto a la persona sobre la que se pone el foco, en una situación conflictiva del tipo yo - otro.

jueves, 11 de febrero de 2010

Aceptación Vs. Simulación

El hombre manso (…) no se anda preocupando tontamente por sí mismo. El reconoce que es débil e indefenso, tal como Dios se lo ha declarado (…) En sí mismo, es nada; pero en Dios, es todo. Ese es su lema. El sabe bien que el mundo nunca lo verá a él como Dios lo ve, y por eso ha dejado de preocuparse. Se queda perfectamente contento al permitir a Dios que El establezca sus propios valores. Espera con calma el día en que Dios le ponga su justo precio, y todas las cosas valgan por lo que realmente son.(…) Mientras tanto, descansa tranquilo teniendo paz de corazón. Mientras camina en mansedumbre, está feliz, dejando que Dios defienda su causa. Ha terminado la lucha de defenderse a sí mismo. Ha hallado la paz que trae la mansedumbre.

También se ha liberado de la pesada carga de la simulación. Por simulación no queremos decir hipocresía, sino ese humano deseo de mostrar siempre lo mejor que tenemos, ocultando cuidadosamente nuestros defectos. Porque el pecado nos ha jugado muchas malas pasadas; y una de ellas es la de infundirnos un falso sentido de vergüenza. Raro es el hombre, o la mujer, que saben presentarse llanamente, sin querer aparentar lo que no son. El temor de ser considerados inferiores corroe su corazón como polilla.(…)

Jesús dice a hombres y mujeres en todas partes, "Venid a Mí los que estáis trabajados y cargados, que yo os daré descanso” El descanso que El ofrece es el descanso de la mansedumbre, el bendito descanso que nos viene al aceptarnos tal como nosotros somos, sin ninguna clase de simulación.


A.W. Tozer, LA BÚSQUEDA DE DIOS

domingo, 7 de febrero de 2010

Un yanqui en la corte del Rey Arturo y un cristiano en el mundo de hoy (I)

En Un yanqui en la corte del Rey Arturo Mark Twain invierte varias carillas en relatar la discusión habida entre el protagonista, proveniente de la Connecticut del siglo XIX, y una serie de trabajadores medievales. El primero intenta desesperada e infructuosamente hacer entender a sus interlocutores que el salario por ellos recibidos no es en realidad superior al pagado por el mismo trabajo en la otra parte del país, como aparenta, ya que por efecto de la inflación, ellos pueden adquirir menos productos con lo que ganan.

El escritor describe con la precisión de quien ha estado en similar posición, la forma en que el Yanqui se exaspera progresivamente a medida que sus cada vez más esforzadamente simplificadas explicaciones son rechazadas una a una por sus tozudos oponentes, quienes encima parecen asumir una postura de superioridad o condescendencia hacia aquel extranjero tan confundido, según el parecer de ellos, sobre cuestiones tan claras.

Debo decir, antes de continuar, que varias veces me he sentido identificado con este relato, por lo que al escribir lo que sigue, me sitúo yo mismo como particular destinatario de la crítica que contiene.

Creo que existe una notoria tendencia en nosotros (incluyendo en este nosotros a los seres humanos en general), a veces en forma más pronunciada, a veces menos (admiro esto último), de sentirnos ofendidos cuando otros ponen en duda nuestras afirmaciones o expresan opiniones o posturas que entran en contradicción con las propias. Sentimos la necesidad de que el otro nos de la razón y se reconozca equivocado, y nos enojamos si no ocurre así.

Pablo, en una de sus cartas, dando a Timoteo algunas instrucciones y consejos finales, vierte algunas palabras respecto a la forma en que debe afrontar el siervo del Señor este tipo de situaciones, y en la descripción que hace de la actitud apropiada, destaca la paciencia que debe manifestar quien intenta corregir a otro.

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad...(2 Ti 2:24 y 25)

Es de destacar que contrariamente a lo que habitualmente ocurre, el apóstol parece otorgar mayor importancia a la necesidad de que el siervo del Señor se mantenga calmo y amable, antes que al hecho de que convenza al otro. Esto último se presenta incluso como algo más vale contingente desde un punto de vista humano, ajeno en parte a nuestro control e independiente de nuestra capacidad.

Puede llegar a parecer una cuestión accesoria pero creo que encierra en realidad una profunda concepción referente al carácter que debiera manifestarse en quien pretende seguir a Cristo, desde el punto de vista de las relaciones interpersonales.

(Continúa...)

lunes, 1 de febrero de 2010

Doctrina y experiencia personal

El evangelismo de hoy en día parece haber levantado el altar y dividido el sacrificio en trozos, sin percatarse, quizá, que no hay fuego en la cumbre del monte Carmelo. Pero gracias a Dios porque hay algunos que se preocupan por ello. Son los que aman el altar, y se deleitan en el sacrificio, y no están conformes porque aún no ven descender el fuego. Lo que desean, por sobre todas las cosas, es la presencia de Dios. Más que ninguna otra cosa desean gustar de la "penetrante dulzura" del amor de Cristo, del cual escribieron los profetas y cantaron los salmistas.

No hay falta hoy en día de buenos maestros bíblicos que enseñan correctamente la doctrina de Cristo, pero muchos de ellos parecen contentarse, año tras año con enseñar los fundamentos de la fe, sin advertir que en su ministerio hay falta de la Presencia, ni nada en sus propias vidas que sea extraordinario o sobrenatural. Ejercen su ministerio entre creyentes espirituales, anhelantes de experiencias que ellos no pueden satisfacer.

(...) Se confirma la sentencia de Wesley, "La ortodoxia o correcta opinión, es, después de todo, parte muy endeble de la religión. Si bien es cierto que nadie puede tener buen carácter sin tener buenas opiniones, es posible tener buenas opiniones sin tener buen carácter. Se pueden tener excelentes opiniones acerca de Dios sin que ello signifique que se lo ama o se desee servirle. Satanás es una prueba de ello."

(...) La exposición sana y correcta de la Biblia es imperativa en la iglesia del Dios vivo. (...) Pero dicha exposición puede hacerse de manera tal que deje a los oyentes vacíos de verdadero alimento espiritual. Las almas no se alimentan solo de palabras, sino con Dios mismo, y mientras los creyentes no encuentren a Dios en una experiencia personal, las verdades que escuchen no les harán ningún bien. Leer y enseñar la Biblia no es un fin en sí mismo, sino el medio para que lleguemos a conocer a Dios, y que podamos deleitarnos con su presencia y gustemos cuan dulce y grato es sentirle en el corazón.


A.W. Tozer, LA BÚSQUEDA DE DIOS, Prefacio (fragmentos).